jueves, 16 de septiembre de 2010

Oviedo: perros y cerdos.


Como cada año, estamos en fiestas en Oviedo. Y como cada año, tenemos muchas actividades, actuaciones diversas, gentío casero y visitante, olores procedentes de todo tipo de “bocatas”; calamares, cabrales, fritangas varias y alcohol, mucho alcohol. Es lo habitual de unas fiestas, independientemente donde se celebren. Todas son iguales.
¡Es admirable que nos sigan gustando, siendo todas iguales!.
Como cada año, se entremezclan paseantes tranquilos con algunos turistas y vociferantes “fiesteros”.
También pasean muchos dueños con sus perros que aprovechan un momento a media tarde para ver las calles y “chiringuitos” sin tanto personal, a la vez que liberan temporalmente a sus compañeros de piso. Por lo general son personas amigables, que frecuentan las zonas de parques con instalaciones para que sus mascotas den rienda suelta a sus necesidades sin molestar a otras personas, aunque no siempre es así. De hecho se ve, de vez en cuando a la pareja, uno con cara de circunstancias y el otro absolutamente concentrado en su faena en zonas que no son las establecidas para el acto. Casi siempre van provistos de sus bolsas para recoger los residuos más sólidos, aunque no así los líquidos.
 Produce una cierta molestia, es cierto, pero no son numerosos, y el animal se comporta con la naturalidad propia de su especie.
No ocurre lo mismo con la enorme piara de cerdos que abundan cada vez mas en la ciudad y que estos días se multiplican como las moscas ante su manjar.
Se les ve por las esquinas, cualquier esquina, erguidos a dos patas con cierta dificultad, las piernas un poco separadas y cabizbajos: no llego a entender que es lo que están mirando, la verdad, no hay nada que ver.

Estos paquidermos suelen frecuentar portones de garajes, esquinas de edificios a medio construir, papeleras, recovecos varios, y muy frecuentemente, incluso portales. Generalmente se muestran muy poco pudorosos ante los demás, hasta el punto de que, ciertos especímenes se ven en la necesidad, dada su poca habilidad en esos momentos, de aflojarse el cinturón mientras realizan tan natural acto en un cerdo, con total falta de respeto por los bienes ajenos, e incluso por el propietario de dichos bienes, que desafortunadamente pudiera pasear por el lugar.

 Estos cerdos viandantes, en ocasiones, están protegidos de la vista de los sufridores paseantes por su pareja, la cual no siempre le da la espalda, mientras alivia su vejiga. Ellas, cuando están de espaldas no lo abandonan a su suerte, lo cual es muy loable, sino que prudentemente, se vuelven a mirar de vez en cuando, para saber en qué momento el cerdo termina su meandro. ¿Si alguna vez lo dejan como pareja, pesará de alguna forma para la futura relación el tener experiencia previa como vigilante de cerdos en pleno acto de micción?. Quién lo sabe. Para mi no sería algo positivo, lo sé seguro, pero claro, no somos todos iguales, y es muy posible, incluso probable, que sea yo un elemento raro en asuntos de pareja. Es cierto que algunos actos pueden unir mucho mas que el amor, por ejemplo la hipoteca en los tiempos que corren que no hay forma de vender un piso.

La colaboración y un proyecto común son, ciertamente, importantes en una pareja. Incluso la confianza es muy importante, pero estimo que no es necesario llegar hasta este extremo. Me pregunto si se comportan de igual modo en sus casas, en la intimidad con sus familias, con esta falta de pudor y de pulcritud.
No obstante, me importa mas otra duda que me asalta cada vez que observo estas parejas tan “unidas”.
 ¿Se plantearán ellas, alguna vez, si la absoluta falta de respeto que exhiben por bienes ajenos y personas no podría en algún momento volverse hacia su pareja o hijos por la vía que sea; mentiras, engaños diversos, abandonos, o incluso alguna que otra bofetada?. ¿Piensan que la falta de respeto se dirigirá siempre hacia los demás?. A mí me parece que es, por lo menos, digno de reflexión.
Pero esto no parece preocuparles a esas chicas muy bien arregladas, con sus conjuntos “festivaleros” impecables, puesto que guardan su vigilancia con un aparente celo que se merecería, a mi entender, una recompensa algo mayor que un cerdo. Aunque sólo sea, tal y como repiten en el anuncio que tanto les gusta: “porque yo lo valgo”.
Pero, está claro que éste no es mi problema, y no me veo afectado directamente por él, con lo cual debo callar.
No, no lo es.
Mi problema, y el de media ciudad, son las malolientes meadas de sus cerdos por todas las esquinas.


 Todo esto, por supuesto, desde mi particular punto de vista.

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